Un sermón de Padre Juan Sandoval
Pascua 7 – Año C
La confianza en Dios es la base de nuestra fe. Jesús nos enseñó a confiar en Dios, la Santísima Trinidad. También descubrimos en los Evangelios cómo Jesús se apoyó en esa misma confianza al separarse rutinamente de los demás para orar. En la lectura de Juan de hoy, escuchamos la oración que Jesús ofreció la noche antes de morir. Jesús pone su confianza en la primera persona de la Trinidad, a quien llama el «Padre Justo».
Aquí, al final de su gran oración, Jesús habla de los creyentes, no solo de sus discípulos, sino de aquellos que creerán en mí por su palabra. Jesús oró por sus discípulos y dijo:
Te pido que todos ellos estén unidos; que, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa.
Jesús oró fervientemente por sus discípulos y por cada uno de nosotros que habríamos de llegar al conocimiento de la fe al oír el mensaje que ha sido predicado por miles de testigos fieles que a través de la historia han dedicado sus vidas a llevar el mensaje del Evangelio. El reto que nos propone la palabra del Señor es que mantengamos la unidad con el propósito de que el mundo crea en el enviado y reconozca en cada uno de nosotros el amor eterno con que el buen Dios nos ha protegido desde antes que el mundo existiera.
Jesús pide unidad de sus discípulos de su tiempo y también para todos los discípulos nuevos en el futuro. Como ustedes y sus prójimos, familias y familias todavía no conocidas. Jesús desea que todos cristianos, en unidad, ofrezcan un mundo mejor. Si estamos en unidad con Dios y nuestros prójimos nos da esperanza para reconciliación.
La gloria de Dios, La gloria de Jesús, La gloria del hombre,
Un iglesia santa y católica
Unidad en Dios sirviendo en Dios, Cristo y El Espíritu Santo.
Cristo es divino y también la iglesia es divina.
Somos uno en Cristo porque él es como un suero de vida por el poder del Espíritu. Jesús nos dice que el pueblo serán creyentes a través de la Palabra. Hoy en la epístola, escuchamos estas palabras por Juan, El que da testimonio de estas cosas dice: «Ciertamente vengo pronto, mi recompensa está conmigo, para recompensar a cada uno según su obra. Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin».
Somos de Dios y donde quiera que estemos, en nuestras diversas ocupaciones y experiencias, Él estará con nosotros, nos conoce y sabe de cada una de nuestras inquietudes y temores, y nos compromete en su plan salvífico de tal modo que aun los no creyentes reconozcan en cada cristiano su amoroso rostro que se revela a todos y se manifiesta en cada seguidor de Jesús.
¡Crean en el Señor Jesucristo! Podemos enseñar la Gloria de Dios en ser testigos a nuestras hermanas y hermanos para que todo el mundo sepa que somos cristianos. Podrán ver la unidad en ser testigos de la palabra del Señor Jesús y por el amor de Dios. Dios que nos envió su único hijo. Hijo que nos dio los nuevos mandamientos de amar su Dios con todo corazón, con toda mente, con toda fuerza y con toda alma y que amemos a nuestros prójimos como nosotros mismos.
Unidad es la manera de mostrar la presencia de Dios a través de sus mandamientos centrales: amar a Dios con todo lo que tenemos y somos, a los otros como a nosotros mismos y a nuestros enemigos. La unidad es posible cuando aceptamos que Dios nos ama a todos y todas porque somos parte de la creación. Dios nos ama con el mismo amor que ama a su Hijo, que es el mismo amor con el que Cristo ama a su Padre; el mismo con el que Jesucristo nos ama a cada uno de nosotros y nosotras.
La fuerza transformadora de Cristo está en su Iglesia que se reúne frecuentemente para la meditación de la palabra de vida, la oración y la recepción de los sacramentos, que como medios de gracia nos permiten experimentar la presencia constante del Espíritu Santo que se nos entrega como don y nos inspira, fortalece e impulsa en nuestra misión profética.
No hay nada bajo el sol que no forme parte del plan de Dios para nosotros, su pueblo. Nada nos puede separar del amor de Dios. Saber esto nos brinda incluso más que una tranquila tranquilidad en medio de los cambios y las adversidades de esta vida mortal. Conocer a Cristo está más allá de la fortuna y el destino. Es la Buena Nueva proclamada por nuestro Señor a lo largo de los evangelios. Es el cumplimiento de su ferviente oración de hoy en el Evangelio de Juan: que todos seamos completamente uno en él y en el Padre.
Conocer a Cristo y el amor del Padre es la vida misma.
Al fin de dejarnos, Jesús nos deja estas palabras,
Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.
AMEN.