The Cathedral of St. Philip - Atlanta, GA

Sermón de 5 abril 2020

Un sermón de Padre Juan Sandoval
Domingo de palma 

El Evangelio: San Mateo 21:1–11

Cuando ya estaban cerca de Jerusalén y habían llegado a Betfagé, al Monte
de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: —Vayan a la
aldea que está enfrente. Allí encontrarán una burra atada, y un burrito con
ella. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, díganle que el
Señor los necesita y que en seguida los devolverá.
Esto sucedió para que se cumpliera lo que dijo el profeta, cuando
escribió:
«Digan a la ciudad de Sión:
“Mira, tu Rey viene a ti,
humilde, montado en un burro,
en un burrito, cría de una bestia de carga.”»
Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado.
Llevaron la burra y su cría, echaron sus capas encima de ellos, y Jesús
montó. Había mucha gente. Unos tendían sus capas por el camino, y otros
tendían ramas que cortaban de los árboles. Y tanto los que iban delante
como los que iban detrás, gritaban: —¡Hosana al Hijo del rey David!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana en las alturas!
Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se alborotó, y muchos
preguntaban: —¿Quién es éste?
Y la gente contestaba: —Es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea.

 

Salmo 118:1–2, 19–29

 1 Den gracias al Señor, porque él es bueno; *
 para siempre es su misericordia.
 2 Diga ahora Israel: *
 “Para siempre es su misericordia”.
 19 Abranme las puertas de justicia; *
 entraré por ellas, y daré gracias al Señor.
 20 “Esta es la puerta del Señor; *
 por ella entrarán los justos”.
 21 Daré gracias porque me respondiste, *
 y me has sido de salvación.
 22 La misma piedra que desecharon los edificadores, *
 ha venido a ser la cabeza del ángulo.
 23 Esto es lo que ha hecho el Señor, *
 y es maravilloso a nuestros ojos.
 24 Este es el día en que actuó el Señor; *
 regocijémonos y alegrémonos en él.
 25 ¡Hosanna, oh Señor, hosanna! *
 Señor, danos ahora la prosperidad.
 26 Bendito el que viene en nombre del Señor; *
 desde la casa del Señor le bendecimos.
 27 Dios es el Señor; nos ha iluminado; *
 formen una procesión con ramos hasta los cuernos del altar.
 28 “Tú eres mi Dios; te daré gracias; *
 tú eres mi Dios; te ensalzaré”.
 29 Den gracias al Señor porque es bueno; *
 para siempre es su misericordia. 

 

La Colecta

Dios omnipotente y eterno, en tu tierno amor hacia el género humano,
enviaste a tu Hijo nuestro Salvador Jesucristo para asumir nuestra
naturaleza, y padecer muerte en la cruz, mostrándonos ejemplo de su gran
humildad: Concédenos, en tu misericordia, que caminemos por el sendero
de su padecimiento y participemos también en su resurrección; por
Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un
solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén

 

Primera Lectura: Isaías 50:4–9a

Lectura del Libro de Isaías
El Señor me ha instruido
para que yo consuele a los cansados
con palabras de aliento.
Todas las mañanas me hace estar atento
para que escuche dócilmente.
El Señor me ha dado entendimiento,
y yo no me he resistido
ni le he vuelto las espaldas.
Ofrecí mis espaldas para que me azotaran
y dejé que me arrancaran la barba.
No retiré la cara
de los que me insultaban y escupían.
El Señor es quien me ayuda:
por eso no me hieren los insultos;
por eso me mantengo firme como una roca,
pues sé que no quedaré en ridículo.
A mi lado está mi defensor:
¿Alguien tiene algo en mi contra?
¡Vayamos juntos ante el juez!
¿Alguien se cree con derecho a acusarme?
¡Que venga y me lo diga!
El Señor es quien me ayuda;
¿quién podrá condenarme? 

 

Salmo 31:9–16

 9 Ten misericordia de mí, oh Señor, que estoy en angustia; *
 se han consumido de tristeza mis ojos,
 mi garganta también y mi vientre;
 10 Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; *
 se agotan mis fuerzas a causa de mi aflicción,
 y mis huesos se han consumido.
 11 De todos mis enemigos he sido oprobio, y de mis vecinos mucho más,
 y pavor a mis conocidos; *
 los que me ven fuera huyen de mí.
 12 He sido olvidado como un muerto, desechado de toda memoria; *
 he venido a ser como un vaso quebrado. 
 13 Porque he oído el cuchicheo de muchos; “por todos lados hay miedo”; *
 consultan juntos contra mí; conspiran para quitarme la vida.
 14 Mas yo en ti confío, oh Señor; *
 dije: “Tú eres mi Dios.
 15 En tu mano está mi destino; *
 líbrame de la mano de mis enemigos, y de mis perseguidores.
 16 Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; *
 sálvame por tu misericordia”. 

 

La Epístola: Filipenses 2:5–11

Tengan unos con otros la manera de pensar propia de quien está unido a
Cristo Jesús, el cual:
Aunque existía con el mismo ser de Dios,
no se aferró a su igualdad con él,
sino que renunció a lo que era suyo
y tomó naturaleza de siervo.
Haciéndose como todos los hombres
y presentándose como un hombre cualquiera,
se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte,
hasta la muerte en la cruz.
Por eso Dios le dio el más alto honor
y el más excelente de todos los nombres,
para que, ante ese nombre concedido a Jesús,
doblen todos las rodillas
en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra,
y todos reconozcan que Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.