The Cathedral of St. Philip - Atlanta, GA

Sermón de 10 mayo 2020

Un sermón de Padre Juan Sandoval
El quinto domingo de la Pascua

 

Primera Lectura: Hechos 7:55–60

Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. Entonces dijo: —¡Miren! Veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre a la derecha de Dios.

Pero ellos se taparon los oídos, y dando fuertes gritos se lanzaron todos contra él. Lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon; los que hacían de testigos contra él dejaron sus ropas al cuidado de un joven llamado Saulo.

Mientras lo apedreaban, Esteban oró, diciendo: «Señor Jesús, recibe mi espíritu.» Luego se puso de rodillas y gritó con voz fuerte: «¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!»

Habiendo dicho esto, murió.

 

Salmo 31:1–5, 15–16

1    En ti, oh Señor, he esperado; no sea yo avergonzado jamás; *

          líbrame en tu justicia.

2    Inclina a mí tu oído; *

          apresúrate a librarme.

3    Sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme;

      porque tú eres mi risco y mi castillo; *

          por tu Nombre me guiarás y me encaminarás.

4    Me sacarás de la red que han escondido para mí, *

          pues tú eres mi refugio.

5    En tu mano encomiendo mi espíritu; *

          tú me has redimido, oh Señor, Dios de verdad.

15   “En tu mano está mi destino; *

          líbrame de la mano de mis enemigos,

          y de mis perseguidores.

16   Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; *

          sálvame por tu misericordia”.

 

La Epístola: 1 San Pedro 2:2–10

Como niños recién nacidos, busquen con ansia la leche espiritual pura, para que por medio de ella crezcan y tengan salvación, ya que han gustado la bondad del Señor.

Acérquense, pues, al Señor, la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios es una piedra escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de ustedes, como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo, que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios. Por eso también dice la Escritura:

«Yo pongo en Sión una piedra

que es la piedra principal,

escogida y muy valiosa;

el que confíe en ella no quedará defraudado.»

Para ustedes, que creen, esa piedra es de mucho valor; pero para los que no creen se cumple lo que dice la Escritura:

«La piedra que los constructores despreciaron,

se ha convertido en la piedra principal.»

Y también esto otro:

«Una roca, una piedra con la cual tropezarán.»

Pues ellos tropiezan al no hacer caso del mensaje: ése es su merecido.

Pero ustedes son una familia escogida, un sacerdocio al servicio del rey, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios. Y esto es así para que anuncien las obras maravillosas de Dios, el cual los llamó a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes Dios no les tenía compasión, pero ahora les tiene compasión.

 

El Evangelio: San Juan 14:1–14

Jesús dijo a sus discípulos: «No se angustien ustedes. Crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fuera así, yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar. Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar. Ustedes saben el camino que lleva a donde yo voy.»

Tomás le dijo a Jesús: —Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?

Jesús le contestó: —Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre. Si ustedes me conocen a mí, también conocerán a mi Padre; y ya lo conocen desde ahora, pues lo han estado viendo.

Felipe le dijo entonces: —Señor, déjanos ver al Padre, y con eso nos basta.

Jesús le contestó: —Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿por qué me pides que les deje ver al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las cosas que les digo, no las digo por mi propia cuenta. El Padre, que vive en mí, es el que hace sus propias obras. Créanme que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; si no, crean al menos por las obras mismas. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes, porque yo voy a donde está el Padre. Y todo lo que ustedes pidan en mi nombre, yo lo haré, para que por el Hijo se muestre la gloria del Padre. Yo haré cualquier cosa que en mi nombre ustedes me pidan.