Un sermón de Padre Juan Sandoval
Año B, Propio 25
La semana pasada, escuchamos los hijos de Zebedeo, Juan y Santiago, preguntando a Jesús si Él puede hacer algo por ellos. ¿Le preguntan ´que puedes hacer por mí? ´ Jesús dice que sí, pero solamente si pueden tomar la bebida amarga y el bautismo que yo tendrá. Ellos dicen que si pueden. También les preguntan a Jesús que desean tener asientos en cada lado de el en los cielos. Pero eso no era para que Jesús decidir. La pregunta de la misión de Jesús es . . . ¿Qué puedo hacer por ti? Jesús les dijo que tenían que ser servidores de todos, el primero ser último y el último será primero.
Esta mañana Jesús camina por las calles de Jericó. Encuentran un ciego mendigo que está gritando. Nos dice que el nombre del ciego era “Bartimeo”. Bartimeo comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ¡ten compasión de mí!”, luego grita más alto, “¡Jesús, Hijo de David, ¡ten compasión de mí!” Como era usual en aquellas tierras, los mendigos apelaban a la piedad de los peregrinos. A pesar de que muchos lo reprendían para que se calle. Jesús se detuvo, y dijo: “Llámenlo”; Jesús pide a quienes reprenden al ciego que lo saquen del margen del camino; invitan al ciego a llenarse de valor gozoso y le dicen: “Ánimo, levántate; te está llamando”. La acción de Bartimeo de arrojar su capa y dar “un salto”, representa una actitud decisiva del ciego. Se quita el manto y corre de prisa a Jesús. “¿Qué quieres que te haga por ti?”,
Este es uno de los momentos más importantes en la totalidad de los evangelios para decirnos quién es Jesús. Jesús no da por sentado que Bartimeo quiere poder ver. No asume que Bartimeo ve su ceguera como una discapacidad. Además, aunque sin duda Jesús sabe lo que es mejor para Bartimeo, Jesús no lo obliga. Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?
Solo al hacernos esta pregunta, Jesús nos proporciona una manera de profundizar espiritualmente. Es una pregunta engañosamente simple. En la superficie, parece una cuestión de intercambio de valores. ¿Qué podemos ganar u obtener de nuestra relación con Jesús? Pero si dedicamos tiempo a esta pregunta, encontramos nuevas verdades que se abren dentro de nosotros.
Cuando pensamos en Bartimeo y su pregunta y como gritaba a Jesús, nos dice mucho de este hombre ciego. Es hombre de mucha Fe, un hombre que ora mucho y a pesar de esto, lo que es también muy importante es que Bartimeo tenia persistencia. Vez tras vez grita a Jesús, el pueblo le dijeron que no lo haría pero Bartimeo los hizo, grito y grito.
Como sería si Jesús no dijera “¿Qué quieres que haga por ti?
Que hagas las iglesias buenas y tengan gran éxito. Que ya no tenemos cuentas para pagar y mucho dinero,
¿Podrías hacernos exitosos como discípulos y ministros? No, todavía no es la cuestión correcta. Estamos empezando a escarbar en las capas de nuestro ego mientras Jesús continúa haciéndonos esta pregunta fundamental. Si profundizamos lo suficiente, tal vez llegue a nuestros corazones.
"¿Qué quieres que haga por ti?"
Ayúdanos a hacer más, a esforzarnos más, a hacerlo mejor, le decimos a Jesús. Acercándonos al verdadero deseo de nuestro corazón, pero aún no lo hemos logrado.
"¿Qué quieres que haga por ti?" ¿Ayúdanos a amar más a las personas, a amar mejor a las personas?
Muy cerca, pero nos pregunta una vez más con tanta dulzura en su voz: "¿Qué quieres que haga por ti?"
Pero no tenemos que esperar la curación para responder al llamado de Jesús. Bartimeo no lo hace. La gente de la multitud dice: "Anímate; levántate, te está llamando '. Así que, arrojándose la capa, se levantó de un salto y se acercó a Jesús ". Todavía ciego, sin contar con la guía de las personas que lo rodean para sentir su camino, reaccionando con alegría y abandono, tira su manto y se dirige a Jesús.
Este no es un momento insignificante. Bartimeo era un vagabundo, un mendigo ciego en la calle. Su capa era su único activo. Era su única protección contra el clima y el frío, lo más parecido al refugio que tenía. Lo desechó sin pensarlo dos veces, y aún ciego, aún sin sanar, responde al llamado para dirigirse hacia Jesús. ¿Nosotros podemos hacer lo mismo?
Y quizás en el giro más notable de esta notable historia, Bartimeo no es el único sanado y llamado en esta historia. ¿Captaste quién más tuvo una conversión radical? La multitud. Empiezan con crueldad y exclusión en el corazón, haciendo todo lo posible para mantener a Bartimeo alejado de Jesús: “Muchos le ordenaron severamente que se callara, pero él gritó aún más fuerte: '¡Hijo de David, ten misericordia de mí!'”. Y este es el momento crucial. Jesús no llama a Bartimeo directamente. Llama a la multitud a llamar a Bartimeo. Ellos gritan a Bartimeo, “Ánimo, levántate; te está llamando.” Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”
Y luego la REDENCIÖN. Redención del pueblo que le estaban rechazando y que no gritara a Jesús. Sus corazones cambian y ahora el pueblo le dice, ´levántate, el Señor de esta llamando. ¨ Podemos ver o mejor escuchar la conversión del pueblo, sus corazones, sus almas, su sanación.
Escuchamos llamadas en comunidad. Bartimeo llama a Jesús, Jesús llama a la multitud, la multitud llama a Bartimeo, luego Jesús llama a Bartimeo para que lo siga en el camino. Todo este proceso de llamada y respuesta es profundamente sanador para todos los involucrados.
¿Dónde empezamos? Escuchamos y clamamos a Jesús, tal como lo hizo Bartimeo: "¡Jesús, Hijo de David, ¡ten misericordia de mí!" Porque siempre está llamando y siempre sanando. Y comienza con su simple pregunta para nosotros: "¿Qué quieres que haga por ti?" Así que nos llevamos las palabras de Bartimeo al corazón: "Maestro, déjame ver".
Cual será nuestra respuesta a Jesús cuando nos dice, "¿Qué quieres que haga por ti?" AMEN