Un sermón de Padre Juan Sandoval
Pascua 2 – Año C
¡Reciban ustedes gracia y paz de parte del que es y era y ha de venir!
Era muy temprano en la mañana y todavía el sol no había salido. La mañana era fresca con una brisa hasta que salió el sol. Ya los pajarillos cantaban. A pesar de tiempo, hay van algunas mujeres, María Magdalena, Juana y María, madre de Salome. Caminan con sus brazos llenos de toallas, lienzas, jarros con agua, especias, aceite perfumado. Tenían una obra importante esta mañana, llegar para lavar y preparar el cuerpo de su querido maestro, Jesús el Cristo. Era el tercer día y hablaban de todo lo que había pasado el viernes y también de quien les ayudaban a mover esa roca grande en frente del sepulcro. Llegaron y estaban asombradas que la roca ya fue movida. Algo extraño y tenían miedo, pero entraron a ver a dentro del sepulcro. No hallaron el cuerpo de Jesús que fue crucificado. Solamente hallaron unas sabanas en que estaba envuelto. Salieron y encontraron dos hombres, ángeles de Dios, que les dijeron que Jesús el Cristo no estaba aquí. Les hicieron la pregunta ´porque buscan el vivo entre los muertos. ´ María Magdalena y las otras mujeres corrieron a decirles a los apóstoles lo que había sucedido y lo que dijeron los ángeles. Yo pienso que llegaron al hogar y tocaron en la puerta porque estaba cerrada con un tipo de candado con todos los discípulos de Jesús a dentro. Estaban atrás de la puerta bien cerrada porque ellos tenían miedo. ¿Miedo de los soldados romanos? ¿Miedo de otra cosa? ¿Miedo de ser matados?
Es interesante, porque los apóstoles no querían creer lo que dijeron las mujeres. ¡Gracias por las mujeres benditas! Pedro y Juan salieron y corriendo al sepulcro para ver lo que había sucedido. Todos después regresaron al hogar.
Después todos estaban con la puerta cerrada con candado. Once de ellos estaban en la tarde cuando Jesús, el resucitado, apareció entre ellos, les dijo Paz a ustedes y podían ver sus heridas de los clavos y de la espada. Quizás ellos pensaron ¿Como entro? Hay estaba en medio de todos menos Tomás. Pero yo pienso que también entre todos estaban las mujeres. Las mujeres llenas de su coraje, las mujeres que se quedaban con Jesús cuando colgaba en la cruz hasta su muerte. Las mujeres que se levantaron temprano para ungir y hacer los ritos para el cuerpo del Señor Jesús. Las mujeres que fueron las primeras que vieron que Jesús había resucitado. Ellas, discípulas de Cristo, se quedaron con él en este tiempo tan difícil. Y ahora hallamos a los discípulos atrás de la puerta cerrado con condado porque tenían miedo.
Ahora, hace una semana que todos estaban con Cristo y esta vez, Tomás esta con ellos, pero él tenía duda. Tomás dijo. Si no veo en sus manos las heridas de los clavos y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su castado, no lo podré creer. Luego apareció Jesús entre ellos y dijo otra vez Paz a Ustedes. Luego comienza a hablar a Tomás que ponga su dedo en sus heridas donde estaban los clavos en sus manos y pies luego también que ponga su mano en su costilla. Ahora cree Tomás. ¿Por qué? Este día a pesar de todos los milagros que había hecho Jesús durante tres años, Tomás tenía duda. Benditos ellos que creen sin haber visto Jesús.
Jesús le dijo a Tomás: ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!
El tener dudas sobre la fe no es nada nuevo y no se incurre en pecado cuando nos llegan. La duda es más bien una puerta abierta al crecimiento en la fe, a la búsqueda de la verdad y al conocimiento. Fe despierta una inquietud constante en nuestro corazón que nos lleva al estudio consciente de la Palabra de Dios, al dialogo atento con el que cree; nos lleva a una oración más profunda y constante, a escuchar a las comunidades de fe y la predicación del sacerdote, diacono o laico, a ser más disciplinados en nuestra participación en los servicios dominicales y a estar más presentes el uno para el otro, no sólo en la oración, sino en el servicio, la ayuda, la enfermedad, la necesidad, la duda y el amor al otro. Siempre les llamo familia, porque si son familia. Deben dar apoyo y ayuda uno a otro.
Así nosotros que estamos aquí en esta capilla, creemos y no hemos visto Jesús el Cristo somos dichosos. Es de nuestra FE. Dios que nos dio su único Hijo, Dios encarnado, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. Gracias por la vida, gracias por las obras que hizo, gracias por morir por nosotros. Por esto debemos comenzar cada día con oraciones, alabanzas y gracias a Dios por un día nuevo, por otro día de vida y por saber que nos espera una vida eterna con Dios y nuestros antepasados.
¡Aleluya!, El Señor a Resucitado! ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Es Verdad, el Señor a Resucitado! ¡Aleluya!