The Cathedral of St. Philip - Atlanta, GA

Sermón de 3 mayo

Un sermón de Padre Juan Sandoval
El cuarto domingo de la Pascua

 

Primera Lectura: Hechos 2:42–47

Eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la oración.

Todos estaban asombrados a causa de los muchos milagros y señales que Dios hacía por medio de los apóstoles. Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y eran estimados por todos; y cada día el Señor hacía crecer la comunidad con el número de los que él iba llamando a la salvación.

 

Salmo 23

1    El Señor es mi pastor; *
           nada me faltará.
2    En verdes pastos me hace yacer; *
           me conduce hacia aguas tranquilas.
3    Aviva mi alma *
           y me guía por sendas seguras por amor de su Nombre.
4    Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; *
           porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento.
5    Aderezarás mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; *
           unges mi cabeza con óleo; mi copa está rebosando.
6    Ciertamente el bien y la misericordia me
      seguirán odos los días de mi vida, *
           y en la casa del Señor moraré por largos días.

 

La Epístola: 1 San Pedro 2:19–25

Es cosa agradable a Dios que uno soporte sufrimientos injustamente, por sentido de responsabilidad delante de él. Pues si a ustedes los castigan por haber hecho algo malo, ¿qué mérito tendrá que lo soporten con paciencia? Pero si sufren por haber hecho el bien, y soportan con paciencia el sufrimiento, eso es agradable a Dios. Pues para esto los llamó Dios, ya que Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos. Cristo no cometió ningún pecado ni engañó jamás a nadie. Cuando lo insultaban, no contestaba con insultos; cuando lo hacían sufrir, no amenazaba, sino que se encomendaba a Dios, que juzga con rectitud. Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para que nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue herido para que ustedes fueran sanados. Pues ustedes andaban antes como ovejas extraviadas, pero ahora han vuelto a Cristo, que los cuida como un pastor y vela por ustedes. 

 

El Evangelio: San Juan 10:1–10

Entonces Jesús dijo: «Les aseguro que el que no entra en el redil de las ovejas por la puerta es un ladrón y un bandido. Pero el que entra por la puerta es el pastor que cuida las ovejas. El portero le abre la puerta, y el pastor llama a cada oveja por su nombre, y las ovejas reconocen su voz; las saca del redil, y cuando ya han salido todas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. En cambio, a un desconocido no lo siguen, sino que huyen de él, porque desconocen su voz.»

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir.

Jesús volvió a decirles: «Esto les aseguro: Yo soy la puerta por donde pasan las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí, fueron unos ladrones y unos bandidos; pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mí entre, se salvará. Será como una oveja que entra y sale y encuentra pastos.

»El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.»