The Cathedral of St. Philip - Atlanta, GA

Sermón de 24 mayo 2020

Un sermón de Padre Juan Sandoval
El séptimo domingo de la Pascua

 

Primera Lectura: Hechos 1:6–14

Los que estaban reunidos con Jesús, le preguntaron: —Señor, ¿vas a restablecer en este momento el reino de Israel?

Jesús les contestó: —No les corresponde a ustedes conocer el día o el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.

Dicho esto, mientras ellos lo estaban mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver. Y mientras miraban fijamente al cielo, viendo cómo Jesús se alejaba, dos hombres vestidos de blanco se aparecieron junto a ellos y les dijeron: —Galileos, ¿por qué se han quedado mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá.

Desde el monte llamado de los Olivos, regresaron los apóstoles a Jerusalén: un trecho corto, precisamente lo que la ley permitía caminar en sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron al piso alto de la casa donde estaban alojados. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Celote, y Judas, el hijo de Santiago. Todos ellos se reunían siempre para orar con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

 

Salmo 68:1–10, 33–36

  1     Levántese Dios, y se dispersen sus enemigos; *

             que huyan de su presencia los que le odian.

  2     Como el humo se disipa, disípense ellos; *

             como se derrite la cera ante el fuego,

             derrítanse los malos ante Dios.

  3     Empero alégrense los justos, gócense delante de Dios; *

             regocíjense también, rebosando de júbilo.

  4     Canten a Dios, canten alabanzas a su Nombre;

        enaltezcan al que cabalga sobre los cielos; *

             su Nombre es yahvé; regocíjense delante de él.

  5     Padre de huérfanos, defensor de viudas, *

             es Dios en su santa morada.

  6     A los solitarios Dios da un hogar, y saca a libertad a los cautivos; *

             mas los rebeldes habitarán en tierra seca.

  7     Oh Dios, cuando saliste delante de tu pueblo, *

             cuando avanzaste por el desierto,

  8     La tierra tembló, el cielo derramó su lluvia, *

             ante Dios, el Dios de Sinaí, ante Dios, el Dios de Israel.

  9     Abundante lluvia derramaste, oh Dios, en tu heredad; *

             refrescaste la tierra extenuada.

10    Tu pueblo habitó en ella; *

             por tu bondad, oh Dios, has provisto al pobre.

33    Reinos de la tierra, canten a Dios; *

             canten alabanzas al Señor.

34    Cabalga sobre los cielos, los cielos antiguos; *

             lanza su voz, su voz poderosa.

35    Atribuyan poder a Dios; *

             su majestad es sobre Israel, y su poder sobre los cielos.

36    ¡Cuán maravilloso es Dios en su santuario, *

             el Dios de Israel, quien da fortaleza y poder a su pueblo!

             ¡Bendito sea Dios!

 

La Epístola: 1 San Pedro 4:12–14, 5:6–11

Queridos hermanos, no se extrañen de verse sometidos al fuego de la prueba, como si fuera algo extraordinario. Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también se llenen de alegría cuando su gloria se manifieste. Dichosos ustedes, si alguien los insulta por causa de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios está continuamente sobre ustedes.  […]

Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los enaltezca a su debido tiempo. Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes.

Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar. Resístanle, firmes en la fe, sabiendo que en todas partes del mundo los hermanos de ustedes están sufriendo las mismas cosas. Pero después que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, Dios los hará perfectos, firmes, fuertes y seguros. Es el mismo Dios que en su gran amor nos ha llamado a tener parte en su gloria eterna en unión con Jesucristo. A él sea el poder para siempre. Amén.

 

El Evangelio: San Juan 17:1–11

Jesús miró al cielo y dijo: «Padre, la hora ha llegado: glorifica a tu Hijo, para que también él te glorifique a ti. Pues tú has dado a tu Hijo autoridad sobre todo hombre, para dar vida eterna a todos los que le diste. Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste.

»Yo te he glorificado aquí en el mundo, pues he terminado la obra que tú me confiaste. Ahora, pues, Padre, dame en tu presencia la misma gloria que yo tenía contigo desde antes que existiera el mundo.

»A los que escogiste del mundo para dármelos, les he hecho saber quién eres. Eran tuyos, y tú me los diste, y han hecho caso de tu palabra. Ahora saben que todo lo que me diste viene de ti; pues les he dado el mensaje que me diste, y ellos lo han aceptado. Se han dado cuenta de que en verdad he venido de ti, y han creído que tú me enviaste.

»Yo te ruego por ellos; no ruego por los que son del mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo que es mío es tuyo, y lo que es tuyo es mío; y mi gloria se hace visible en ellos.

»Yo no voy a seguir en el mundo, pero ellos sí van a seguir en el mundo, mientras que yo me voy para estar contigo. Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo.»